lunes, 15 de mayo de 2017


El Código y Kiernan

Desde hace varios años tengo por costumbre no leer a periodistas, de cualquier tendencia y de cualquier área, que no tengan un mínimo de rigor y precisión en sus informaciones (incluyendo las fuentes que utilizan y contrastan) y en los análisis que realizan. Hablo de rigor y precisión, no de la imposible "objetividad" con la que a veces se confunden. Esta política personal me mantiene un tanto aislado de las modas mediáticas, pero a cambio me permite disponer de más tiempo para leer periodistas confiables (de cualquier tendencia y de cualquier área), u otras lecturas más placenteras, o simplemente dedicarlo a mis cuestiones personales.
Es por este motivo que, sin tener nada personal ni ideológico en su contra (e incluso simpatizando con su declamada posición preservacionista del patrimonio arquitectónico porteño), omito la lectura de las columnas de Sergio Kiernan en el suplemento M2 de Página 12. No viene al caso referir los casos concretos que motivaron mi decisión en este caso específico; si a alguien le interesa, que me escriba o llame y le cuento pormenores. Pero insisto, no es nada personal.
Ahora bien, hoy a la mañana leí un par de posteos en redes sociales donde se difunde su nota sobre el proyecto de Código Urbanístico de Buenos Aires y, debo confesar que con un poco de morbo, decidí hacer una excepción a mi norma auto-impuesta y leí muy rápidamente esa nota. La buena noticia es que confirmé mis juicios respecto al autor. La mala: no puedo evitar usar un tiempo que no me sobra en escribir este comentario y, lo que es peor, compruebo que la muy necesaria crítica a ese proyecto de código puede ser llevada con argumentos muy poco sólidos que desmerezcan la seriedad de la causa.
Como dije, mi lectura fue muy rápida y no quiero entrar en respuestas a las críticas más específicas de Kiernan al proyecto; solo voy a mencionar dos cuestiones que me confirmaron rápidamente lo oportuna de mi decisión sobre el autor (y como la he confirmado, citaré de memoria).
Primera cuestión: dice Kiernan que este proyecto es la más grande operación de la historia de Buenos Aires en beneficio del bloque empresarial constructivo/inmobiliario. Para mencionar solamente los casos de normativa oficial, el Código de Edificación de 1941 hubiera permitido, de realizarse en su totalidad la capacidad constructiva prevista en su texto, alojar en la Ciudad a varias decenas de millones de habitantes. De hecho, los corredores norte y oeste de edificación en altura y entre medianeras, con patios de aire y luz de 3 o 4 metros de lado y al borde de la insalubridad, son consecuencia de su aplicación. El mismo código vigente, con sus premios a la edificación de perímetro libre, favoreció casos singulares de capacidad constructiva notoriamente favorable a los intereses de ese bloque empresarial. Si bien uno de los problemas que tiene el proyecto de Código Urbanístico presentado es, justamente, que no se explicite la capacidad constructiva que permitiría en caso de aplicarse, parece muy aventurado sostener que sea superior a la de sus predecesores.
Segunda cuestión: el texto del proyecto sería muy largo y de lectura muy aburrida. Ignoro con que textos compara Kiernan al Código Urbanístico. Personalmente, coincido con el y creo que, por ejemplo, La Metamorfosis de Kafka es un relato mucho más corto y de lectura mucho más entretenida que cualquier código urbano. Pero reconozcamos que no sirve como normativa urbanística (aunque mucha normativa urbanística tenga bastante de kafkiana).
En fin, recomiendo a quienes tengan la sana intención de mejorar, modificar, cuestionar o incluso oponerse ferozmente al proyecto oficial de Código Urbanístico tener cuidado en la selección de las voces que fundamenten sus posturas. Parafraseando a Montaigne, lo grave no es decir algo inexacto sino decirlo con énfasis.
Por Marcelo Corti

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